La eficacia de las terapias contra la dependencia
Diversos estudios han demostrado que las terapias contra la dependencia alcohólica funcionan. Pretenden que el bebedor tome conciencia de que no puede seguir bebiendo y termine por no necesitarlo ni quererlo. Las recaídas son el gran peligro, pero la clave del éxito es no ver el abandono como una prohibición, sino como una opción ventajosa.
La amenaza de las recaídas es tal que gran parte del tratamiento contra el alcoholismo está dirigido a prevenirlas.
Desintoxicación
La terapia se inicia con la desintoxicación, que dura entre una y dos semanas, y que en los casos más graves requerirá de un ingreso.
Gracias a la administración de ciertos fármacos, el paciente consigue eliminar la dependencia física y superar el síndrome de abstinencia, suavizando los síntomas que aparecen tras el cese repentino del consumo de alcohol.
Una vez superada la dependencia física con la desintoxicación, queda la apetencia, el deseo. Cuando uno ha dejado el alcohol se acuerda del placer, uno piensa que quizá si vuelve pueda controlarlo. Pero una vez que se ha sido adicto es difícil volver a consumir alcohol sin caer de nuevo en la adicción, porque queda una memoria biológica en el cerebro.
Por ese motivo los expertos destacan que el éxito de la terapia se cifra en el cese completo del consumo. Una copa esporádica o un vaso de vino en una cena aislada pueden activar de nuevo esa memoria biológica y propiciar una recaída. La probabilidad de volver a la conducta dependiente es tan elevada en quien ha desarrollado una dependencia que no es aconsejable recomendarle que emplee sus esfuerzos en beber de forma controlada. La dependencia puede superarse, pero en el cerebro persiste una memoria adictiva dispuesta a reactivarla.
Deshabituación
La segunda fase del tratamiento, la deshabituación, se dedica a combatir ese deseo por beber y puede prolongarse entre uno y dos años. La terapia, que suele apoyarse en la administración de algunos fármacos, consiste en la realización de entrevistas psicoterapéuticas individuales y en grupo. «En las entrevistas individuales el paciente puede resolver su posible ambivalencia frente a la idea de dejar el alcohol y recibir apoyo para superar los factores de riesgo de una recaída o la propia recaída y ver reforzados sus avances. Por su parte, la asistencia a grupos de discusión ayuda al paciente a aprender a vivir sin alcohol. En conjunto, se trata de que el paciente tome plena conciencia de que no puede seguir bebiendo y termine por no necesitarlo ni quererlo.
Evitar estímulos cognitivos o ambientales asociados al consumo
El impulso imperioso de beber puede reaparecer en personas con abstinencia estabilizada a partir de ciertos estímulos cognitivos o ambientales asociados al consumo, bien sea asociados al placer que se espera obtener del alcohol o al alivio que se espera conseguir tras su carencia. La recaída puede ser el resultado tanto de una situación de euforia como de tristeza o de estrés, así como la exposición a un ambiente con muchas incitaciones al consumo. En líneas generales, no es aconsejable que el paciente se desenvuelva en ambientes en los que antes abusó de la bebida o se meta en situaciones que en él se asociaban al consumo.
«Lo más sencillo es que el paciente aprenda a identificar y evitar el mayor número posible de factores de riesgo de recaída». Cuando el paciente no pueda eludir la amenaza, las entrevistas individuales y en grupo le enseñarán a hacer frente a las situaciones de riesgo y minimizar las probabilidades de recaída.
Sortear la recaída durante el mayor tiempo posible es fundamental porque los estudios sugieren que, cuanto más se prolongue la abstinencia, mayores son las posibilidades de que el paciente consiga superar su adicción.
La experiencia de los expertos consultados dice que, al final, la clave del éxito es conseguir que el bebedor no vea el abandono del alcohol como una prohibición, sino como una opción personal en la que su dicotomía inicial se decanta por los beneficios de una vida alejada del alcohol.