Como familiar, notar que algo no va bien con el consumo de alcohol de un ser querido puede ser angustiante. Quizá no se trata de borracheras evidentes ni de escenas dramáticas, pero algo ha cambiado: el carácter, los hábitos, la forma de beber. Intuyes que hay un problema, pero no sabes si es “suficiente” para preocuparse ni cómo actuar sin romper el vínculo.
Este artículo está pensado para ayudarte a identificar señales, entender que el alcoholismo no siempre tiene una cara evidente, y sobre todo, orientarte para saber cuándo y cómo dar el paso de hablar y acompañar.
Más allá del estereotipo: el alcoholismo funcional
Aún persiste la idea errónea de que una persona con problemas de alcohol es aquella que está constantemente ebria, ha perdido el control de su vida o ha tocado fondo. Este estereotipo —alimentado por películas y discursos sociales— invisibiliza una realidad cada vez más común: el alcoholismo funcional.
Muchas personas con una relación problemática con el alcohol mantienen una imagen externa de normalidad. Van a trabajar puntualmente, cumplen con sus responsabilidades familiares, pagan sus cuentas y, a ojos de los demás, “llevan una vida normal”. Sin embargo, tras esa normalidad, existe una dependencia silenciosa, una necesidad de consumir alcohol para afrontar la ansiedad, dormir, desconectar o simplemente “funcionar”.
Este tipo de alcoholismo puede pasar desapercibido durante años, incluso para la propia persona que lo padece. Su consumo no siempre se traduce en embriaguez visible ni en altercados sociales, pero sí produce un deterioro emocional, físico y psicológico progresivo.
Tipos de alcoholismo: una mirada clínica
La tipología de Jellinek (una referencia clásica en adicciones) identifica varias formas de alcoholismo:
- Alfa: consumo para aliviar malestar emocional sin pérdida de control física.
- Beta: consumo excesivo sin dependencia, pero con consecuencias físicas o sociales.
- Gamma: dependencia progresiva con pérdida de control (el más común clínicamente).
- Delta: consumo diario con incapacidad de abstenerse, aunque sin intoxicaciones visibles.
- Épsilon: patrón episódico de consumo compulsivo (“atracones”).
El alcoholismo funcional puede situarse entre los tipos Beta, Delta o incluso Gamma, según la gravedad del consumo y su impacto en la vida cotidiana.
Señales de alerta
Puede que no veas a la persona ebria, pero puedes notar indicios como:
- Cambios de humor sin explicación clara.
- Necesidad constante de una copa “para relajarse”.
- Irritabilidad o evasión cuando se habla del tema.
- Consumo oculto o a escondidas.
- Justificación del consumo (“yo controlo”, “me lo merezco”, “todo el mundo bebe”).
- Dificultad para cumplir con compromisos si no ha bebido.
¿Cómo hablar del problema?
Hablar con un ser querido sobre su consumo de alcohol puede ser una de las conversaciones más difíciles… pero también una de las más importantes. La forma en que lo abordes puede influir en su apertura al cambio. Aquí algunas pautas clave:
Prepárate emocionalmente
Antes de hablar, tómate un momento para revisar tus propias emociones. Pregúntate:
- ¿Desde qué lugar quiero hablar: desde el miedo, la rabia o el cuidado?
- ¿Estoy dispuesto/a a escuchar sin imponer?
Una actitud serena y empática aumenta las probabilidades de que el otro escuche.
Elige el momento y el entorno adecuados
Evita hablar cuando la persona ha bebido, está alterada o rodeada de otras personas. Busca:
- Un momento de calma, sin prisas.
- Un espacio privado, seguro y sin interrupciones.
Habla desde lo que tú observas y sientes
Usa el enfoque del “yo siento / yo observo”, en lugar de acusar:
- “Estás bebiendo demasiado y eso te está destruyendo”.
- “He notado que últimamente bebes con más frecuencia y me preocupa cómo eso te está afectando. Me duele verte así”.
Evita etiquetas como “alcohólico”, “enfermo”, “adicto”. La palabra más poderosa puede ser simplemente: “me preocupa tu bienestar”.
Evita sermones o reproches
No es el momento de repasar errores pasados o aplicar castigos. El objetivo no es ganar una discusión, sino abrir una puerta al diálogo.
Ofrece ayuda concreta
- “¿Te gustaría que buscáramos juntos un profesional para hablar de esto?”
- “Podríamos pedir una cita con tu médico”.
- “Conozco un centro donde podrían orientarnos”.
A veces, la persona necesita que le facilites el primer paso, sin sentirse sola ni forzada.
Prepárate para la negación
Es posible que la reacción inicial sea negación, minimización o enfado. Es una forma común de defensa. No te desanimes. Incluso si en ese momento no lo reconoce, la conversación queda sembrada.
Hablar es un acto de cuidado, no de control. Aun si no ves un cambio inmediato, tu gesto transmite un mensaje poderoso: “me importas, estoy aquí para ti”.
Reconocer un problema no significa condenar a alguien. Es dar un primer paso hacia el cambio. Muchas personas con trastorno por consumo de alcohol niegan el problema durante años, pero la escucha empática y el acompañamiento firme pueden marcar la diferencia.
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