Tercera edad y adicciones

Adicciones en la tercera edad: una realidad silenciada

Las adicciones en personas mayores son una problemática creciente y, a menudo, invisibilizada. Factores como el aislamiento social, el dolor crónico y la polimedicación contribuyen al desarrollo de dependencias a sustancias como el alcohol, los ansiolíticos y a conductas como el juego patológico. A pesar de su impacto, estas adicciones suelen pasar desapercibidas, dificultando su detección y tratamiento.

El envejecimiento conlleva cambios físicos, psicológicos y sociales que pueden aumentar la vulnerabilidad a las adicciones:

1. Soledad y duelo:

La soledad no deseada y el aislamiento social son factores críticos en la aparición de conductas adictivas en la tercera edad. Las personas mayores, especialmente tras la jubilación o la pérdida de su pareja, experimentan un cambio radical en sus rutinas y vínculos. Esta pérdida de conexión con el entorno puede derivar en estados depresivos, ansiedad y sensación de vacío existencial.

Estudios del Observatorio SoledadES revelan que más de 2 millones de mayores en España viven solos, y un porcentaje significativo afirma sentirse emocionalmente desconectado. Esta desconexión no solo tiene consecuencias emocionales: activa respuestas de estrés crónico, eleva el cortisol y debilita mecanismos de autorregulación emocional, facilitando el uso de sustancias o conductas compulsivas como forma de “anestesia afectiva”.

Además, cuando el duelo por la pérdida de seres queridos no se procesa adecuadamente, puede evolucionar hacia un duelo patológico, que multiplica el riesgo de abuso de sustancias como el alcohol o los tranquilizantes, muchas veces sin que la persona o su entorno lo identifiquen como un problema.

2. Dolor crónico y pastillas

La mayoría de los mayores de 65 años convive con algún tipo de dolor físico persistente: artrosis, lumbalgias, neuropatías, enfermedades degenerativas… Este dolor, muchas veces infratratado desde un enfoque biopsicosocial, se convierte en un sufrimiento constante que deteriora la calidad de vida.

Ante la falta de recursos terapéuticos integrales, el recurso más accesible y frecuente es la prescripción de fármacos, especialmente analgésicos opioides, antiinflamatorios y psicofármacos. Si bien estos medicamentos pueden ser útiles, su uso mantenido —sin revisión o con dosis crecientes— puede derivar en tolerancia, dependencia física y una cronificación del problema.

Cuando el dolor físico se mezcla con el emocional (soledad, pérdida de sentido, baja autoestima), el riesgo se duplica: las pastillas se convierten no solo en analgésicos, sino en reguladores emocionales no reconocidos, reforzando un patrón de uso compulsivo difícil de revertir.

3. Automedicación y polimedicación

La polimedicación —definida como el consumo de cinco o más medicamentos diarios— afecta a más de la mitad de las personas mayores en España. Este fenómeno, lejos de estar controlado, a menudo se intensifica con el paso del tiempo, especialmente cuando se recetan fármacos para tratar efectos adversos de otros, generando lo que se conoce como síndrome de la cascada terapéutica.

A ello se suma la automedicación, un hábito común en personas mayores con acceso libre a medicamentos o que reutilizan recetas anteriores sin supervisión médica. Este patrón se agrava en contextos de soledad o falta de seguimiento sanitario, donde la persona toma decisiones sin información clara, guiada por el alivio inmediato más que por una planificación terapéutica.

Entre los fármacos con mayor riesgo de dependencia y efectos adversos en esta etapa destacan:

  • Benzodiacepinas e hipnosedantes: usados para dormir o “tranquilizarse”, su uso crónico afecta al equilibrio, la memoria y aumenta el riesgo de caídas.
  • Analgésicos opioides: cada vez más prescritos, pero con potencial de abuso y dependencia.
  • Antidepresivos tricíclicos o neurolépticos: que en algunos casos se recetan sin un diagnóstico psiquiátrico claro.

La falta de revisión farmacológica periódica, unida a la escasa formación en geriatría de muchos entornos clínicos, contribuye a la cronificación de estos cuadros de dependencia inadvertida, que muchas veces no se diagnostican hasta que aparece una crisis de salud.

Las adicciones en la tercera edad existen, crecen y muchas veces se esconden tras una falsa imagen de normalidad o envejecimiento. Es urgente romper el silencio y atender esta realidad con la misma intensidad que se hace en otros grupos de edad.

Visibilizar este problema, adaptando estrategias de prevención y tratamiento a las personas mayores, es una prioridad de salud pública si queremos garantizar un envejecimiento digno, saludable y libre de dependencias.

Fundación Grünenthal
Sociedad española de neurología
Sociedad española de geriatría