La adicción es una enfermedad mental crónica que deteriora los aspectos más importantes de la salud de la persona: afectividad, sueño y alimentación.
El factor precipitante de la adicción es el grado de disponibilidad y el acceso a la droga.
El consumo de drogas ocasional no convierte de forma automática al consumidor en un enfermo, pero tampoco es inocuo. Además del tóxico en sí, existen factores de tipo genético, fisiológico y ambiental, que junto a circunstancias como el contexto, la dosis o el policonsumo hacen que las personas sean en mayor o menor grado vulnerables a las drogas. Además habría que sumarle la circunstancia o situación vital en la que se consume.
Entre el 15 y el 20% de las personas que prueban una droga acaban volviéndose adictas.
En todos los pacientes, la droga es una suerte de automedicación y/o apoyo para sostener una identidad precaria. La carencia afectiva sentida por la persona (que no quiere decir que siempre haya sido real) se convierte en una herida que es el estímulo para la formación de un yo propenso al consumo, que viene a convertirse en una prótesis débil e insuficiente.
Subyacen en la persona profundos sentimientos de inferioridad y de injusticia sufrida. No suele haber pacientes adictos que no tengan una profunda herida en su autoestima.
