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El cerebro adicto: ni debilidad moral ni falta de voluntad

Durante décadas, la adicción fue interpretada como una debilidad de carácter. Hoy, en cambio, está ampliamente reconocida como una enfermedad cerebral crónica, con alteraciones neurobiológicas específicas. Así como la enfermedad cardíaca afecta al corazón o la hepatitis al hígado, la adicción “secuestra” el cerebro, interfiriendo con su funcionamiento normal.

Más allá del alcohol y las drogas

Universalmente, se creía que solo sustancias como drogas o alcohol podían causar adicción. Hoy sabemos que conductas compulsivas como el juego, las compras, el sexo, la alimentación excesiva e incluso el uso problemático de la tecnología, activan los mismos circuitos cerebrales de recompensa, motivando comportamientos adictivos similares.

Circuito de recompensa y dopamina

La dopamina es clave en el placer, la motivación y el aprendizaje. Cuando algo produce placer, se libera en el núcleo accumbens, el “centro de placer” del cerebro. Las drogas pueden aumentar esta liberación de forma más intensa que las recompensas naturales, reforzando la conducta adictiva. Uno de los descubrimientos más notables de las neurociencias ha sido la determinación de los circuitos de recompensa. 

Se trata de mecanismos de placer que involucran diferentes regiones cerebrales que se encuentran comunicados mediante mensajeros químicos llamados “neurotransmisores”. La dopamina es un mensajero químico involucrado en la motivación, el placer, la memoria y el movimiento, entre otras funciones. En el cerebro, el placer se produce a través de la liberación de la dopamina en el “núcleo accumbens”, una región a la cual los neurocientíficos llaman el “centro de placer del cerebro”. Justamente la acción de una droga adictiva funciona a partir de la influencia en ese sistema.

Algunos adictos llegan a focalizarse en conseguir y disfrutar de la droga excluyendo todos los demás aspectos de sus vidas: descuidan a su familia, su trabajo, su propia salud. Y aún saber que se están destruyendo a sí mismos, siguen con el consumo de la droga y, a medida que continúan con su uso, se hacen tolerantes. Así, las dosis que inicialmente utilizaron para estimularse ya no son eficaces y necesitan usar una dosis más alta.

Transición del placer al hábito compulsivo

En las primeras etapas del consumo, la experiencia suele estar motivada por la búsqueda de placer: la sustancia o conducta produce una liberación intensa de dopamina, generando sensaciones gratificantes que el cerebro registra como algo que vale la pena repetir. Sin embargo, con el tiempo, el sistema de recompensa se va adaptando. Este refuerzo dopaminérgico no solo genera placer, sino que activa mecanismos de aprendizaje y memoria que fijan en el cerebro las señales y contextos asociados al consumo.

Por ejemplo, una persona que fuma puede asociar el olor del tabaco, la compañía de ciertos amigos o un lugar específico con la sensación placentera de fumar. Estos estímulos, llamados “disparadores” o “cues”, pueden, incluso años después de la abstinencia, provocar una fuerte urgencia por consumir de nuevo.

La neuroimagen ha demostrado que el uso repetido y prolongado altera la disponibilidad y sensibilidad de los receptores de dopamina en regiones clave como el núcleo accumbens, la corteza prefrontal y la amígdala. Estos cambios pueden disminuir la capacidad del individuo para sentir placer con estímulos naturales (anhedonia) y aumentar la relevancia de la sustancia o conducta adictiva en sus prioridades.

Aunque persiste el debate científico sobre si estas alteraciones son causa —es decir, que algunas personas nacen con un sistema dopaminérgico más vulnerable— o consecuencia del consumo crónico, la evidencia actual sugiere que ambos factores interactúan. Esto explicaría por qué algunas personas pueden consumir ocasionalmente sin desarrollar adicción, mientras que otras progresan rápidamente hacia un hábito compulsivo que domina sus pensamientos, emociones y conductas.

Factores genéticos y de entorno

Otro enigma recurrente es el que plantea el comportamiento, a menudo impulsivo, de algunos consumidores de drogas. Nuevamente se evidencia la pregunta sobre cuál es la causa y cuál es el efecto. La vulnerabilidad genética contribuye al riesgo de desarrollar una adicción.  Los estudios de gemelos y adopción muestran que alrededor del 40% al 60% de la susceptibilidad a la adicción es hereditaria. Pero el comportamiento juega un papel clave, especialmente cuando se trata de reforzar un hábito. Cada uno de nosotros tiene que tomar decisiones acerca de si realizamos algo que queremos hacer o no (por ejemplo, desear comer un chocolate pero no hacerlo para evitar consecuencias negativas en el mediano plazo). A veces esto no se puede controlar, pero son más las veces que uno puede. En las personas que son adictas, como vimos en el personaje de El jugador, este control es muy difícil.

Una enfermedad sin cura, pero tratable

La adicción no es una elección. Quien la padece puede romper vínculos, salud y estabilidad, pero aún así no lograr resistir el consumo. Como otras enfermedades crónicas (hipertensión, asma), no tiene cura, pero sí tratamiento sostenido. La adicción se aprende y se almacena como memoria en el cerebro, por lo que la recuperación es un proceso lento. Incluso después de que una persona renuncia, por ejemplo, al consumo de drogas, durante semanas, meses e incluso años, la exposición al sitio de la droga, caminar por una calle donde la compraron o tropezar con personas que siguen consumiendo les trae un tremendo impulso a querer consumir de nuevo. Existe una serie de tratamientos que lograron eficacia, por lo general al combinar estrategias de autoayuda, de psicoterapia y de rehabilitación. Para algunos tipos de adicciones, ciertos medicamentos también pueden ayudar.

Entender la adicción como una enfermedad y no como un defecto moral es un cambio cultural y científico que salva vidas. Este enfoque reduce el estigma, abre la puerta a la empatía y fomenta la búsqueda de ayuda sin miedo ni vergüenza.
Sin embargo, el conocimiento por sí solo no es suficiente: la verdadera transformación ocurre cuando la sociedad entera asume que prevenir, tratar y acompañar a quien padece adicción es una responsabilidad colectiva.
La ciencia nos muestra el camino; la compasión y el compromiso social son los que lo hacen transitable.

Fuentes:

  • National Institute on Drug Abuse (NIDA). Reported use of most drugs among adolescents remained low in 2024. Disponible en: nida.nih.gov
  • American Addiction Centers. Addiction Statistics 2024. Disponible en: americanaddictioncenters.org

Primera edición del artículo 17 abril 2017. Actualizado, 12 agosto 2025